miércoles, 18 de agosto de 2010

Love Boat

Crucero, sol, playas de brasil y caipirinha. Vacaciones altamente recomendables, un gran conjunto de cosas pensadas para el pleno disfrute, sobretodo si uno le suma un poquito de acción.
Noche de gala. Piel bronceada. Vestido rojo, corto, muy corto y escotado.
Ya lo había visto desde el primer día que subí al barco. Alto, fibroso, muy bronceado, unos cuarenta años...el perfecto ejemplo de "viejito sexy". Cada vez que me lo cruzaba por cualquiera de los pasillos del barco se me hacía agua la boquita, bueno, debería confesar que no era lo único que se humedecia... Se había convertido en mi "objeto" del viaje, lo iba a conseguir, lo sabía, y así fue, esa noche lo conseguí.
Estaba en cubierta, mirando el reflejo de la luna llena en la estela del mar fumando un virginia y tomando una copa de un rico vino tinto, disfrutando de ese paisaje, la inmensidad del mar y yo. Estaba a punto de volver a mi camarote cuando lo veo salir por una puerta y venir justo para el exacto lugar en donde yo estaba. Lo miré, me miró y entré.
Llamé al ascensor y sinto una voz cerca de mi oido que dijo: "Por favor dejá de mirarme de esa manera, hace días que lo haces y no aguanto más" Muy contenta por mi "triunfo" y sabiendo quien era el dueño de esa voz me dí vuelta, lo miré, le sonreí, vino el ascensor y nos subimos los dos.
Sin demasiado preámbulo y cuando me quise dar cuenta estabamos abrazados contra una de las paredes del ascensor besandonos como el fuego mismo.
Llegamos al 2do piso, y sin despegarnos el uno del otro caminamos por un pasillo estrecho hasta llegar a la puerta número 2222. Yo ya había perdido la conciencia, el señor varios años mayor que yo me había vuelto completamente loca con su boca y sus manos tan experimentadas. Entramos en ese camarote. Era el suyo. Estaba totalmente entregada al disfrute y a que me llenara de toda su sabiduría. Gentilmente, me llevo directo hacia un escritorio apoyado sobre una pared con un gran espejo y me puso frente a el. Me miré y vi atrás mio. La imagen que el espejo me devolvía me termino de mojar toda. Despeinada, con el maquillaje de los ojos un poco corrido, estaba caliente como pocas veces en mi vida. Apoyé mis manos sobre el escritorio mientras él recorria mi cuello y espalda con su lengua. Después de unos segundos sus manos me sacaron la tanguita negra que me había puesto y una vez ahí agachadito, su lengua empezo a saborear mis jugos. Mi cuerpo se había transformado en el helado más sabroso, o por lo menos eso presentí a juzgar por la manera que él me saboreaba toda. Se reincorporó, se desabrochó el pantalon y sin dudarlo me penetró. Lo sentí todo adentro mio, puro placer, pura humedad. Esa rigidez en mi interior se sentia riquísima. Empezó con movimientos lentos a sacarlo y meterlo y cada milímetro de su miembro me estaba haciendo ver las estrellas. Pasaron unos minutos y el calor y el ritmo se incrementaron. Me vine. Un poquito más y finalmente toda su leche quedo desparramada por toda mi colita.
Me acomodé la ropa, me peine y me fuí extasiada de nuevo hacia donde había empezado todo, a tomar una copa de vino y fumar un virginia a la cubierta mientras miraba la luna reflejada en la estela del mar.

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